Las ruinas de santa Mariña Dozo
Mucho se ha hablado de ese sentimiento especial que nos evocan las ruinas, y en el caso que nos ocupa el arte y el romanticismo lo inunda todo, ya que estas conviven hoy con el cementerio del pueblo.
Estoy hablando de lo que un día fue la iglesia de Santa Mariña Dozo, en Cambados, Pontevedra. Situada muy cerca de un antiguo emplazamiento castreño.
José Mª Acuña Castroviejo, quien fuera catedrático de Arqueología de la Universidad de Santiago de Compostela, la definió de la más bellas de las maneras.
«En el Cambados de los pazos hidalgos, la iglesia de la mártir gallega Santa Marina eleva al cielo la espléndida y triste belleza de sus ruinas…
Como una gran nave desarbolada y atravesada de vientos marinos…, los cuatro grandes arcos transversales románicos que la seccionan se yerguen como los costillares de un alucinante y bello navío naufragado y sin salida posible a la alta mar».
La iglesia se encuadra dentro del estilo gótico marinero suele decirse que fue construida, a mediados del siglo XVI, sobre una ermita románica del XII, y encargada por Juana de Hungría, esposa de Paio Gómez, quienes habitaron la Torre de San Sadurniño y María de Ulloa, madre del arzobispo Alonso de Fonseca.
Bien es cierto que, en un libro de Sindo Mosteiro, puede leerse que, en realidad, no pudo ser obra de María de Ulloa, señora de Cambados, e insiste en que la obra tuvo que ser posterior. Probablemente fuera encargada por su hijo o su nieto ya que las fechas así parecen confirmarlo.
La obra terminó sobre el XVII y presenta una mezcla de elementos románicos, góticos y renacentistas.
Tiene forma ojival y está compuesta por un ábside cuadrado, una nave que mide veinticuatro por once metros y medio y capillas laterales, de las cuales una seria, seguramente, la sacristía.
Está dividida en cinco tramos, marcados por grandes arcos que son su seña de identidad, adornados por pomas y bolas y permanecen intactos. Un gran arco apuntado separa el ábside del resto.
Álvaro Cunqueiro describió de forma muy bella que los arcos de Santa María estaban allí para sostener al viento.
El templo es similar a Santa María de Muxía, Santa María A nova y Santa maría de Laxe, pero sobre todo a la de Santa Columba de Rianxo.
En el siglo XIX se produjo un gran incendio y, a raíz del mismo quedó destruido gran parte del templo, y fue abandonado.
En 1943 Santa Mariña Dozo fue declarada monumento nacional, pero no se llevaron a cabo grandes trabajos para evitar su deterioro hasta 1977, cuando se consolidaron muros y bóvedas, se eliminó la maleza, se reconstruyeron tejados y se eliminaron diversos añadidos.
A partir de entonces, su nave central fue reutilizada como el cementerio que hoy podemos contemplar. Y es tan especial que no puedo dejar de evocar de nuevo al escritor gallego Álvaro Cunqueiro cuando decía: “Es el camposanto más melancólico del mundo”
La historia de Santa Mariña me ha servido de excusa para comentar que, precisamente en este cementerio, encontramos una tumba muy especial, se encuentra junto al ábside, y sirve de morada eterna a un niño.
Se trata de Joaquín María Del Valle Inclán, quien falleció en 1914 a la edad de cuatro meses, víctima de una gastroenteritis.
Como habéis podido deducir, se trata del hijo del insigne escritor Ramón María del Valle Inclán.
En este cementerio también se encuentran los restos de la madre del niño y esposa del escritor, Josefina Blanco Tejerine.
Ramón María está enterrado en el cementerio de Boisaca, sito en Santiago de Compostela.
-marian tarazona-
*el texto y las imagenes pertenecen al blog*
Comentarios
Publicar un comentario