Eclipse de sol observado en el Moncayo en 1860
Cuentan las crónicas que en 1860, concretamente el 18 de julio, se produciría un eclipse total del sol en la península ibérica.
A tal efecto, se enviaron varias expediciones a distintos lugares de nuestra geografía para que informaran sobre este hecho, y posteriormente debían redactar el correspondiente informe. Una de estas expediciones se ubicó en el Moncayo.
Ante la importancia del suceso, y por Real orden de 10 de abril de dicho año, el Excelentísimo Señor Ministro de Fomento, a propuesta de la Dirección general de instrucción Pública, dispuso que el Observatorio de Madrid compusiera una «sucinta Instrucción o Memoria sobre el eclipse total de sol que dentro de la Península ha de verificarse en el próximo mes de Julio», la cual, a la vez que suponía el anuncio oficial de aquel suceso, pudiera servir de guía en sus trabajos a las corporaciones, y más especialmente a los aficionados amantes del saber, «que deseen estudiar la marcha y particularidades del fenómeno celeste en cuanto sus recursos, conocimientos y circunstancias se lo consientan».Antes de esta medida, el Gobierno de S.M., a propuesta del mismo Observatorio, había dictado otras varias «mucho más interesantes, y conducentes todas a facilitar a los sabios extranjeros que de diferentes puntos de Europa se aprestan a venir a España, atraídos por la importancia del objeto, el buen desempeño de su delicado cometido».
1.a «Que en las aduanas de nuestras costas y fronteras queden exentos de todo pago por los instrumentos científicos que consigo aporten, y aun de todo registro minucioso que pueda comprometer la conservación en buen estado de los mismos, cuantos astrónomos recomiende el Observatorio de Madrid, previo su aviso del punto por donde piensan penetrar en la Península, y material que para la observación del eclipse conducen.»
2. «Que los Gobernadores de las provincias donde el fenómeno ha de ofrecer mayor interés, y las Autoridades locales correspondientes presten a los mencionados astrónomos, a petición suya o siempre que lo juzguen necesario, aunque no se reclame, auxilio eficaz para que puedan dedicarse a sus pacificas e interesantes tareas con plena seguridad de no ser en ellas molestados por nadie.»
Y 3. «Que los Rectores de las Universidades de Barcelona, Valencia, Zaragoza, Valladolid y Oviedo comisionen también a un catedrático de la facultad de Ciencias o de Instituto para que acompañen a las principales expediciones científicas que del extranjero vinieren a nuestro país.»
Además informaba de cada una de las coordenadas geográficas desde las que podía observarse.
El anuncio del evento del eclipse, que podría vislumbrarse en una franja entre Bilbao y Valencia, despertó un gran interés en los medios científicos internacionales, llegando investigadores desde Portugal, Rusia, Prusia y Baviera, Inglaterra, Suiza, Italia y Francia entre otros.Uno de los primeros astrónomos que realizó fotografías fue el inglés Warrern de la Rue, desde su enclave en Rivabellosa (Álava). El director del observatorio de Roma, Ángelo Secchi lo hizo desde el parque natural del Desierto de las Palmas en Castellón.
Pero para mi, supuso un punto de gran interés el elegido por las delegaciones francesa y española, ya que se trata del Moncayo, como he adelantado antes, lugar donde he invertido muchas horas de asueto y divertimento durante toda mi infancia y adolescencia, y donde, en esta ocasión se encontraban, entre otros, León Foucault, Jean Charcornac e Yvon Villarceau.
Las instrucciones antes mencionadas también apelaban a que quien observase el eclipse no se limitase exclusivamente a ello, sino que se instaba a enviar al observatorio un informe detallado de todo lo ocurrido, considerasen o no que fuera importante.
Por lo tanto, una vez terminado el evento, cada una de las delegaciones realizó el correspondiente informe, entre ellos, y como casi he adelantado antes, he escogido el que tuvo lugar en el Moncayo, y en el que, lógicamente, también se cita a la ciudad de Tarazona y a alguno de sus vecinos.En él podemos encontrar todas las explicaciones, y comentarios extraordinarios sobre lo que vieron, y podemos hacernos una idea de como se vivieron aquellos momentos.Para no cansar con su lectura completa, no incluyo el informe entero, pero si varios párrafos y alguna hoja suelta del mismo, en el que quedan reflejados los nombres antes comentados.Algunos de dichos párrafos son:
Las observaciones meteorológicas se harían con los instrumentos españoles por el auxiliar Muñoz. Contarían en los cronómetros, para los franceses Mr. Cutaut, y para los españoles, el Sr. Sanz, de Tarazona , que se prestó gustoso a este molesto trabajo.
Tal era el plan que nos proponíamos seguir en la observación del eclipse; pero al trazarlo ya teníamos perdidas las esperanzas de que pudiera realizarse, porque nos hallábamos envueltos en las nieblas que se levantaron en el valle a consecuencia de una gran tormenta que hubo en la mañana del 16.
Amaneció por fin el deseado día 18, y era tan densa y húmeda la niebla que rodeaba el Moncayo, que todos consentimos en no ver el eclipse, y para probar fortuna se decidió dividir las Comisiones, quedando en su sitio los instrumentos intransportables con los astrónomos que debían usarlos, y bajando al llano todos los demás. En su consecuencia permanecieron en el Santuario MM. Villarceau, Chacoroac é lsmail Effendi con los Sres. Saenz, Causada, Ariño y Olózaga, y emprendimos la marcha los restantes con tan feliz suerte, que conforme bajábamos veíamos que se disipaba la niebla, y al cabo de cuatro horas de camino pudimos ya escoger para estación las alturas de Tarazona, en las que nos situamos a las once y media de la mañana bajo un cielo casi despejado porque el viento fresco del N. O. babia arrollado las nubes sobre el Moncayo, y apenas quedaban algunos cirros que no nos inquietaban.Empezó el eclipse, y siguiendo la parte del programa que nos estaba encomendada, Mr. Le Verrier observó los contactos y estudió la disposición de las protuberancia rojas.
Mr Foucault obtuvo algunas fotografías del Sol eclipsado que, aunque pequeñas, dan una idea exacta de la extensión de la corona luminosa , y le quedó el sentimiento de que las confusas relaciones que hay de otros eclipses limitaran tanto su trabajo.
Mr. Tissot observó algún contacto y no consiguió ver el planeta intramercurial.
El Sr. Ardanaz tomó también algún contacto, y encargado de examinar el disco de la Luna durante la totalidad, no distinguió nada notable.
Preparado yo con mi anteojo, que es de una claridad admirable, observé con mucha seguridad el primer contacto exterior; y siguiendo la marcha de la Luna, tomé también los contactos con las manchas principales del Sol sin distinguir ninguna deformación de estas al aproximarse el borde de la Luna, lo que indica que no tiene esta atmósfera perceptible; pero si noté que el borde de la Luna proyectado sobre el Sol no era regular, sino que presentaba el aspecto de una sierra de pequeños dientes desiguales, y sobre todo al aproximarse a la primera mancha, o sea la más occidental, vi en el borde inferior dos grandes picos que se diferenciaban mucho de los otros, sobre lo cual llamé la atención de Mr. Le Verrier que confirmó mi observación.
Aunque miré varias veces, apenas pude distinguir una pequeñísima parte del disco de la Luna fuera del Sol. Al aproximarse el eclipse total tampoco pude distinguir lo que se llama cuentas de rosario; porque a pesar de que hubo alguna undulación, no era suficiente para producir tal apariencia.
Así que observé la desaparición del último rayo de Sol, quité el vidrio de color y quedé sorprendido por el magnífico espectáculo del fenómeno, único en el mundo, y cuya mágica belleza lodos la habrán sentido, pero pocos sabrán describirla.Favorecido por mi anteojo que me permitía ver toda la aureola, observé que esta brillaba más en la parle por donde se había ocultado el Sol que en la otra, y al instante percibí que se destacaban sobre el fondo blanco de la corona y como adheridas al disco negro varias protuberancias rojas color de rubí claro, de las cuales dos que había juntas, a la derecha del punto más boreal, visión inversa, parecían puntiagudas; otras que estaban más abajo, siguiendo por el mismo borde, presentaban el aspecto de una cordillera desigual ; otras que babia cerca del punto austral tenían una forma muy extraña, porque una estaba adherida al disco y la otra completamente aislada en forma de nube flotante bastante larga y paralela al borde. Pasado el punto austral ala izquierda había una protuberancia notable también, porque al principio apenas se distinguía, y luego llegó a ser la mayor de todas adquiriendo la forma de llama. Por último, aparecieron también por el borde occidental varias protuberancias unidas que parecían una cordillera de llamas.
-marian tarazona-
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