Casamiento de Alfonso VIII de Castilla con Leonor de Inglaterra

Muchos son los acontecimientos que ocurren en las ciudades que acumulan la historia de cientos de años en su haber.
Eso es lo que ocurre con la ciudad aragonesa de Tarazona, que, en cuanto empiezo a levantar páginas de libros antiguos me encuentro con montones de sorpresas y detalles que me hacen sentir orgullosa de la tierra que me vio nacer.
A estas alturas, decir que mi mayor placer es escribir resultaría un tanto petulante, pero la verdad es que, cuando además me toca el lado sentimental, pues el goce es mayor.

En esta ocasión encontré la crónica de los esponsales de Alfonso VIII de Castilla y Leonor de Plantagenet, que, ¡cómo no!, ocurrió en Tarazona, como tantos otros acontecimientos importantes que han sucedido en la ciudad turiasonense.
Son historias que casi todos conocemos y muchos olvidamos, por ese motivo me atrevo a dejarla a modo de recordatorio.

Casamiento de Alfonso VIII de Castilla con Leonor de Inglaterra

Muy graves negocios de Estado hubieron de conocer las Cortes celebradas en Burgos el año 1170. Si el Rey estaba deseoso de empuñar el cetro, no lo deseaban menos los súbditos, para que cesaran de una vez los desmanes y la borrasca deshecha de ambiciones que conturbaron el Reino durante la menor edad del Monarca.
Declarada la mayoría de D. Alfonso VIII, trataron los Procuradores, por vez primera en España, de negocio tan importante como el de elegir esposa para el Monarca, y decidieron después de muchas vacilaciones, gestionar el matrimonio del Rey con la nobilísima princesa Leonor, hija de Enrique II de Inglaterra, de la familia de los Plantagenet. Tuvieron las Cortes en cuenta, para decidirse por Leonor, la fama de las virtudes de la Princesa, su hermosura y también la de ser el Rey de Inglaterra señor de Gascuña, estado limítrofe con la tierra española de Guipúzcoa.
En cumplimiento de lo acordado por las Cortes, partió para Gascuña una muy lucida embajada. Llegaron pronto a Burgos nuevas de la buena acogida que la proposición de los embajadores había tenido, y D. Alfonso entonces, celebrado que hubo una entrevista y conferencia en Sahagún con el Monarca de Aragón, fue á Zaragoza y desde allí envió a Francia gente muy calificada y noble para que recibieran a doña Leonor. (De los miembros de esta segunda embajada hace minuciosa relación Zurita, historiador sapientísimo, de quien dijo un extranjero: “Sólo una nación lo posee, para envidia de las demás.”)
Determinó el rey de Castilla que los desposorios suyos se celebrasen en la nobilísima ciudad de Tarazona, con asistencia del rey de Aragón y de las damas, clerecía y nobleza de ambos reinos aragonés y castellano, y a Tarazona fue a esperar a su futura esposa.
Cargados de fruta estaban aquel mes de septiembre de 1170 los árboles de la vega feraz de Tarazona, cuando una mañana llegó un correo anunciador de la llegada de la princesa.
A encontrarla salieron los dos Reyes españoles, y, en las afueras la vieron que venía rodeada de su comitiva de arzobispos, obispos, condes y nobleza de España, Francia e Inglaterra.
Al ver al Rey, adelantóse á pie doña Leonor, que vestía riquísimas galas dispuestas según las modas inglesa y francesa. Hizo lo propio el Rey de Castilla, cambiáronse miradas de amor y saludos respetuosos, y de allí a pocos días, entre muchas fiestas y regocijos, bailes, iluminaciones y encuentros de caballeros, se verificaron los desposorios.
Concurrieron a á Tarazona nobles y villanos de todos los confines de España, para dar esplendor a las fiestas, los primeros, para gozar de ellas los otros, y con ellos acudió buen golpe de gente maleante a la olilla de limosnas, mercedes y ganancias.
Terminados los festejos, el rey D. Alfonso con su esposa doña Leonor partiéronse para Burgos, donde con no menos esplendor, fausto y alegría verificáronse las bodas, de cuya unión feliz nacieron doña Berenguela la Grande, madre del glorioso rey San Fernando, y doña Blanca, madre de San Luis, rey de Francia.

*Alfonso VIII de Castilla, hijo y sucesor de Sancho III y de Blanca Garcés de Pamplona. Fue llamado «el de Las Navas» o «el Noble» nació en Soria el 11 de noviembre de 1155.
Cuando se planificaron sus esponsales, el rey Pequeño, como todavía le llamaban los moros, hacía pocos meses que había cumplido quince años, edad en la que ya podía casarse pues era entonces cuando se alcanzaba la mayoría de edad.
Alfonso vivió apenado durante su niñez, ya que su padre murió cuando el apenas tenía tres años. Esta circunstancia le hizo forjar un carácter templado y una gran entereza a pesar de su juventud.

*Leonor de Inglaterra o Plantagenet, por su parte, nació en Domfront.
Era hija del rey Enrique II de Inglaterra y de su esposa, la reina Leonor de Aquitania.
Su hermano fue Ricardo Corazón de León.
En 1170, fecha de los esponsales, llegó a Tarazona la infanta acompañada de sus damas, consejeros y personal de servicio. Cuando la joven llegó a España, no conocía ni siquiera el idioma. Contaba en ese momento diez años de edad.
La comitiva de Leonor fue recibida por Alfonso VIII que se encontraba ya en Tarazona para recibirla.
Las fiestas estuvieron llenas de pompa y boato. Las celebraciones duraron alrededor de treinta días.
El rey obsequió a Leonor con un gran número de castillos y de ciudades y le prometió la mitad de todo lo conquistado a los moros.
Por su parte, Leonor aportó al matrimonio el condado de Gascuña, que su madre le había cedido como dote.
Ya como esposa de Alfonso VIII, Leonor vivió la victoria en Las Navas de Tolosa y llegó a ser regente. Actualizó la corte a la moda de su tiempo, favoreció a los intelectuales y a los trovadores .
Los primeros años de su matrimonio transcurrieron preparándose para acometer la tarea de monarca. Fue la mejor confidente de su esposo.
Alfonso y Leonor no se separaron nunca. Incluso cuando Leonor tenía que esperar a su amado en la retaguardia, siempre hacía lo más cerca posible.
Una vez cumplidos los 18 años de Leonor consumaron el matrimonio, y ni aun estando embarazada, se separaban.
Tuvieron catorce hijos, pero tan solo diez superaron el parto y llegaron a ser bautizados, Berenguela, Sancho, Sancha, Urraca, Blanca, Fernando, Mafalda, Leonor, Constanza y Enrique.
Pero la mala suerte se cebó con alguno de ellos, sobre todo con los varones, ya que Sancho, murió a los tres meses, Fernando a los veinte años, cuando estaba combatiendo junto a su padre, falleció de fiebres, y Enrique, que fue rey pero no llego a reinar por morir cuando le cayó una teja en la cabeza, aunque sus padres no llegaron a enterarse pues ya habían fallecido.
La mayor, Berenguela, tuvo que mantener la corona hasta entregarla a su hijo Fernando III, sería precisamente él quien unificaría León y Castilla y también quién conquistó Córdoba y Sevilla a los musulmanes. Llegó a ser santo.
-marian tarazona-
*tanto las imágenes como el texto pertenecen al blog*



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