El brujo de Bargota

… Tomó luego un recipiente que guardaba en un escondrijo cerca del fogón, y embadurnando brazos y piernas con una especie de aceite que era el ungüento brujeril, le dijo: “Por debajo de todas las nubes y por encima de todos los matos”…


Uno de los temas que más han llamado la atención a lo largo de los siglos, sin lugar a dudas, es el de la brujería. Sentimos curiosidad por saber que hay de cierto en las artes adivinatorias y curativas, pero todavía mas por el hecho de todo lo que acontece a su alrededor; los ritos ancestrales desconocidos para casi todos, ese límite entre magia blanca y negra, lo bueno y lo malo, ese ir contra la ley, y, sobre todo, nos quedamos con la duda de que ocurría en esas reuniones de brujas, cuanto habrá de cierto o de leyenda en ello.

En general, al hablar de brujería, instintivamente todos nos referimos a “las brujas”, a la figura femenina. Siempre se ha hablado más de brujas, debe ser por el morbo que da imaginarlas en sus bacanales junto al macho cabrío, sin embargo he decidido centrarme en los brujos, y mas concretamente en “El brujo de Bargota”, o “El cura de Bargota”.

Este artículo no pretende ser un compendio sobre la brujería, para ese fin hay estudios y legajos para quien quiera consultarlos, sólo quiere ser un guiño a la figura del brujo masculino.

Los pueblos, en el medievo, se regían fundamentalmente por ritos y leyendas. 

Existía una gran diferencia cultural, pero se tenía un gran respeto hacia la herencia ancestral, en la que las mujeres, y también algunos hombres, usaban los poderes que otorga la naturaleza para sanar enfermedades; por ese motivo, sobre todo en Navarra, fueron acusados muchos de ellos de brujería, y, paradójicamente, eran los propios vecinos, esos a los que a diario ayudaban con sus remedios, quienes, sin fundamento de nada, los acusaban. 

También es verdad que en ésta época había tal desorden, que brujas, brujos, hechizos, aquelarres, pócimas y exorcismos acabaron por habitar juntos y revueltos.

En Navarra la inquisición intervino en sesenta localidades, sobretodo en la montaña; éstas zonas, al estar aisladas, y dadas sus características de monte, con lugares inaccesibles y bosques escondidos, con una forma de vida en comunión con la naturaleza, favorecía la utilización de remedios naturales, y, las mentes mal pensantes, enseguida inventaron que volaban y se encontraban con el diablo.

Pero la figura en la que quiero centrarme, como ya he comentado, es la de un caso único en Navarra.

Todos los datos revisados sobre Johanes de Bargota coinciden en afirmar que no hay nada claro en la fecha de su nacimiento y muerte, incluso llega a dudarse de que, en realidad, haya existido, si bien en algunos de ellos he llegado a ver que nació en 1550 y falleció en 1615, y, en varias publicaciones, se le nombra como viviendo en esas fechas.

Algunos hechos constatan por ejemplo, que en 1522, Fray Antonio de Guevara, en una de sus cartas, nombraba a un nigromante llamado Johanes de Barbota, por lo que de dicha carta se desprende que por aquel entonces el tal Johanes estaba vivo.

Alguna otra vez aparece su nombre, como por ejemplo en el tratado sobre las supersticiones, publicado en 1529 por fray Martín de Castañega, en el que se alude al él como contemporáneo.

Martínez Alegría habla del brujo, situándole en los últimos días del mes de abril de 1599.
Aunque tampoco queda muy claro que estos datos que he comentado sean fidedignos.

Johanes de Bargota era de familia noble e hijosdalgos, tal y como atestigua la casa en la que nació.
Viajó a Salamanca para realizar estudios eclesiásticos y regresó a su pueblo natal para desarrollar la capellanía de la iglesia de la parroquia.

Aunque no se le concedieron las sagradas órdenes, ya que era sabido que durante su estancia en Salamanca no había frecuentado demasiadas buenas compañías, y, además, había visitado sus famosas cuevas en las cuales, y de todo el mundo era conocido, se llevaban a cabo artes de magia.

Allí se supone que aprendió técnicas de prestidigitación. Esas artes las ponía en practica delante de sus vecinos, así corrió la voz de que poseía poderes mágicos.

Fue entonces cuando se le empezó a conocer como el brujo de Bargota.

Se decía que era capaz de quitarse la cabeza, la que dejaba apoyada en la mesilla cuando se iba a dormir, pero también que era capaz de desprenderse de otros miembros de su cuerpo cuando el lo creía necesario, y que, incluso era capaz de trasladarse a través de las nubes.

Ángel Irigaray, en el libro “noticias y viejos textos de la Lingua Navarrorum” comenta que, como los vecinos del pueblo se habían percatado de sus hechizos, no querían cobijarle en ninguna casa, por ese motivo tuvo que hacérsela el. Y claro que se la hizo, “de la noche a la mañana” con tejado de pizarra, así que se distinguía entre todas.

Entre otras anécdotas, Irigaray comenta también, que, un día de fiesta, en el que tenia que decir misa a las ocho, estaban todos esperándole en el atrio de la iglesia, impacientes porque no llegaba, le preguntaron al ama, y ella les contestó que si el cura tenia anunciado que estaría a las ocho, el vendría a las ocho. A la pregunta de que donde estaba, ella les dijo que no sabia, que faltaba desde la noche de antes, en ese momento llegó por los aires un gran bulto negro, cayó al suelo y era el cura, y, sacudiéndose la nieve que le cubría les dijo:”como nieva en Montes de Oca”.

Poniéndose en la piel de aquellos convecinos, sabiendo como conocían sus aficiones, y lo que les decía, podemos imaginar que cualquier cosa que ocurriera se lo adjudicarían al cura. Pensemos en los largos y fríos inviernos, las calles vacías, las casas alumbradas a la luz espectral de viejos candiles, el aire ululando entre las rendijas de puertas y ventanas. De seguro que ante cualquier ruido, ante cualquier cosa fuera de lugar, las mentes de aquellos hombres no podrían mas que pensar que quien los producía no era otro que el cura.

Valga un ejemplo de un día, en que un chaval del pueblo, viendo llegar al cura le dijo:

- Amigo, Johanes, ¿Cómo estás?
A lo que el brujo le contestó con un lacónico “bien”, como si en ese momento no tuviese ganas de conversación, entonces el muchacho le espetó:
- ¿Hoy no quieres contarnos nada? ¿Sabes que se cuenta en el pueblo de ti? que por las noches te marchas a los akelarres.
Y que Johanes le contestó:
- ¡Estúpidos, incrédulos, solo queréis hacerme la vida imposible!.
Y, mirando a las nubes que se acercaban por el cielo, le dijo:
- ¡En esas nubes me trasladaré a mis fincas!, ¡que tranquilo me quedaré! Y se marchó dejando al otro con la palabra en la boca.

Otro día de diciembre, en el que había estado lloviendo, y la noche caía negra sobre el pueblo, se le oyó decir cuando llegaba a la puerta de su casa, “Gracias nube prodigiosa, que me alejaste del frío”

Pero también en verano, en días soleados, era capaz de llevar a cabo prodigios; se subía a lo alto del cerro, aspiraba con toda la fuerza de sus pulmones y atraía hacia él grandes nubes; se sentaba a horcajadas en ellas, se cubría con su capa que le hacia invisible y el brujo aparecía en el río.

Existe constancia de otro de sus múltiples viajes, aquel día en que se le ocurrió ir a Madrid, era un 18 de abril de 1599, se cuenta que pegó un grito diciendo: ¡Nube del mes de abril! ¡Llévanos a Madrid! Y terminando de gritar se presentó en Madrid en medio de una corrida de toros, donde se celebraban los esponsales de Felipe III y Margarita de Austria, y también los del Archiduque Alberto y la princesa Isabel. Cuando mas entretenidos estaban la nube que portaba a Johanes y su “amica” se balanceaba mientras miraban el espectáculo, y, además gratis.

Nadie les veía, pues el cura de Bargota llevaba la capa que le proporcionaba la invisibilidad, pero se cuenta que, el marqués de Villena, que también había estudiado en Salamanca y conocía esos encantamientos, se percató de su presencia y se lo contó a sus acompañantes de palco.

Pero quizá, lo mas extraordinario que se narra del brujo del Bargota, fue un viaje a Roma para ayudar al papa, por supuesto por el aire.

Dicho papa debió ser Alejandro VI (pontificado durante 1492-1503) o bien Julio II (1503-1513).

Cuentan que el papa debía tener relaciones con un cortesano, el cual había preparado el asesinado del pontífice, el cura se había enterado de la trama mediante un demonio familiar, preparó el viaje para entrevistarse con dicho pontífice y contarle todo, y de este modo salvar su vida. El pontífice le hizo prometer a Johanes que rompería el pacto que tenia con el diablo y así le podría perdonar sus pecados.

Tanta era ya la fama del cura que el mismo Johanes iba haciendo crecer su propia fantasía de mago, porque, en realidad, casi todas las historias que se contaban sobre el, salían de su imaginación, y corrían de boca en boca.
En 1599, a finales del mes de abril, el cura de Bargota fue denunciado por la cofradía de arcabuceros de Torralba (Localidad cercana a Bargota). Estos, sintiéndose burlados por la magia del cura, le denunciaron a la inquisición de Logroño. Ésta envió dos ministros para detenerle y llevarle a la cárcel de Logroño. Llegaron a Bargota, medio escondidos por miedo a su magia, pero él tomo el rollo con la orden, se puso unos anteojos, lo leyó, lo introdujo de nuevo en el rollo y les dijo “
- «Bien pueden ver vuesas mercés que un clérigo ha de presentarse, en hábito decente, ante el Iltmo. Inquisidor y magüer la ropa, que encimo llevo, no tenga tantos girones como higo bien maduro, pero bien notan vuesas mercés que tiene más zurcidos que esclavina de tuno: dejen, pues, que suba y trueque esta ropa por la del día del incienso».

(Pero, Mientras decía estas palabras, estaba pensando una estratagema para huir.)

A lo que ellos le contestaron:
- «Déjese vuesa mercé de adecentamientos y por los clavos de Cristo, síganos presto, que en su prendimiento, acaso va nuestra cabeza y no es cordura dejar volar el pájaro, que cayó en mano».
Y Johanes:
- «Sea, pues, según vuesas mercés desean, pero al menos esta calceta de la pierna izquierda, que, como ven, tiene más bujeros que una criba, déjenme quitalla...»...

Así que cogió el candil y le dijo al ama que le quitara la media, entonces uno de los ministros le ayudo y le arranco la pierna, y Johanes se desmayó del susto. Los ministros estaban mas asustados que el cura, así que metieron a Johanes en la cama, cogieron la pierna y se fueron para Logroño, pero a medio camino se dieron cuenta que lo que llevaban no era la pierna sino un tronco cubierto por una media.
La comparecencia ante el tribunal inquisitorial de Logroño y su encarcelación fueron debidas a los actos de magia y encantamiento, y asistencia a aquelarres.
De hecho, el mismo Johanes confesó, haber acudido en Viana a uno de ellos, allí se reunían para realizar sus danzas y preparar pociones para embrujos y hechizos.
Pero también compareció por su presencia en el lugar donde se ocasionó la muerte al Conde de Aguilar, aunque no tuvo intervención directa en la misma.
Johanes de Bargota fué juzgado los días 7 y 8 de noviembre de 1610.
La inquisición le condenó en dicho auto de fe de Logroño de 1610, pero el se arrepintió y se salvó. Los inquisidores no pudieron condenar a Johannes de Bargota a la hoguera.
El porque nadie lo sabe, ¿quizá guardaba un secreto muy importante?
Cuando Johanes, una vez cumplida su condena, volvió a su pueblo, no parecía la misma persona. Regresó cambiado y arrepentido de sus andanzas. A partir de entonces, se volvió taciturno y se dedicó exclusivamente a la caridad.
El cura miraba serio y desencajado como el vicario destruía todos sus libros en el fuego, mientras su parte de brujo quedaba devorada por esa misma hoguera que se comía manuscritos y todo lo que le había servido en sus artes.
A la vista de todos quedó patente como había ocurrido un milagro, y no quedaba ni sombra del brujo, allí se encontraba la figura de un ser bueno y querido.
Moriría en Bargota, en 1615, a los sesenta y cinco años, pidiendo perdón a sus vecinos por el mal ejemplo que había supuesto para ellos.

marian tarazona
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