Los faros en una noche de los muertos

Cuando pensamos en fantasmas, objetos que se mueven solos, luces y sombras inexplicables, voces y susurros salidos de otra dimensión, siempre nos vienen a la mente lugares oscuros, deshabitados, lugares de otros tiempos, de dolor, y, por supuesto, cementerios. Y, en una noche como la de hoy, donde la barrera entre la vida y la muerte se presenta mas estrecha que nunca, no podemos, ni debemos, dejarlos pasar por alto...

Pero, ¿Se le ha ocurrido a  alguien imaginar que existen otros muchos lugares donde estos fenómenos pueden resultar igual, e, incluso, mas aterradores?.
Imaginemos  estar en medio del mar, acompañados solamente por el rumor del oleaje, escuchando, lejana, alguna sirena de barco perdido en las mas oscuras posesiones de Poseidón, una bandada de gaviotas que aparece por nuestra espalda sin esperarla, aislados del mundo,lejos, muy lejos de la costa.
¿Puedes pensar por un momento si algo de esto puede ocurrir dentro de un faro?. Pues ocurre, y hay muchos mas casos de los que cabría imaginar.

Hace un tiempo investigué para “Faros del mundo” uno que estaba habitado por un fantasma,  para mi fue como un juego, otra originalidad en uno de mis faros, se trataba del Race Rock, paradigma de actividades paranormales desde el momento de su construcción, tanto es así, que se ganó por méritos propios el titulo de “El infame Race Rock”. 
Las rocas sobre el que esta construido han sido testigo mudo de cientos de muertes y desapariciones. 
    Permanece en silencio un momento, cierra los ojos, déjate llevar, imagina... escuchas susurros, gritos, risas… y, de pronto, una voz descarnada que te llama por tu nombre… vuelves la mirada, y ves moverse una silla en un lugar donde no hay nadie mas que tu. De pronto, oyes pasos de gente inexistente, o el ruido del agua corriendo por las tuberías, sabiendo que hace ya muchos años que fueron arrancadas.
    Sigue imaginando… ahora navegas en una oscura noche y, a lo lejos ves una sombra, la figura de un hombre transparente, apostado en la linterna de un faro, siendo traspasado por la luz… si has vivido algo de esto, probablemente estabas en el Race Rock…. 
    Me gustó tanto la historia del infame faro, que me puse a buscar fantasmas en alguno más, y lo encontré,  en esta ocasión el protagonista fue mi querido Ernie, un fantasma conocido en toda la región y que se pasea por sus antiguas posesiones, el fantasma de un pobre farero despechado, que al conocer que su esposa se había fugado con un mercader con el que le había sido infiel, se suicidó lanzándose desde arriba de la torre del faro New London ledge.
    Aquel fue, mi debut en el mundo del misterio, un tema que siempre me ha apasionado, creo que como a todo el mundo, porque a todos, en una u otra medida, nos atrae aquello que está tan cerca y lejos a la vez, aquello que es, fue  y será… fue a raíz de aquello cuando me pregunté si habría fenómenos paranormales en torno a  alguno mas de mis queridos faros. Y descubrí no uno, sino multitud de ellos, de hecho los hay habitados por fantasmas de hombres, de mujeres, de niños y niñas, de animales. Los hay donde los objetos aparecen y desaparecen como movidos por duendes juguetones que importunan a los fareros, instrumentos musicales que dejan salir de su alma tristes lamentos a través de sus melodías…
Pero continuemos en nuestros viaje por el oscuro mar,  sigamos imaginando, imagina que te encuentras un treinta y una de octubre, un uno de noviembre. En noche de ánimas, noche de los muertos, en una isla a diez millas de la costa, allí de donde se dice que existen los cuentos mas terribles de todo el estado de Maine, allí, donde, en noches tranquilas, puedes escuchar el sonido de un piano. Si es así,  estarás a punto de conocer la historia de un farero que se llevó con el a su joven esposa.

Ella pasaba las horas llena de melancolía y suspirando por su vida anterior, así que el solícito esposo hizo traer un piano, a pesar de las dificultades que suponía hacerlo subir por la cornisa rocosa, pero, ¡oh!, solo había una partitura. 
    La muchacha empezó entusiasmada con su nueva afición y a cada momento tocaba y tocaba, pero siempre la misma melodía, ella la repetía una y otra vez, hasta tal punto que el farero se estaba volviendo loco. 
    Tanto fue así que, un buen día, dejó la isla y se marchó a por partituras nuevas, pero ella no las quiso, seguía tocando día y noche, noche y día lo mismo. El hombre estaba desquiciado, hasta tal punto , que un día, preso de la desesperación, y blandiendo un hacha, destrozó el piano haciéndolo añicos, después se dirigió hacia su mujer que, consternada, miraba la escena sin creer lo que estaba viendo. Entonces el, de un tajo, le cercenó el cuello, y a continuación se suicidó….
    Desde entonces pueden escucharse los tristes lamentos del piano surcar sobre las aguas cercanas al faro de la isla Seguin.
  Podríamos seguir con cientos de manifestaciones, y, navegando  hoy por las mas misteriosas de las aguas, podríamos encontrarnos en algún lugar, perdido y olvidado, al “viejo capitán”, al que, penosamente, se le ve subir cada noche, peldaño a peldaño, la escalera que conduce a la linterna, como si fuese a encender la luz que ilumina las lóbregas aguas. 
    Aquel, que cuando fueron a quitar los muebles y desmantelar el faro, se le apareció al encargado del traslado y le dijo, “deja todo donde está y vete del faro”, y el hombre, haciendo caso omiso, llenó el barco con la totalidad de los enseres. Nadie sabe como ocurrió, pero el cabo que sujetaba el barco se rompió y nave y enseres terminaron hechos pedazos.
    Tampoco podemos ni debemos olvidarnos de las manifestaciones de niños, seres encantadores, pero que, quizá por su candidez, impresionan mas. Es espeluznante estar sentado en una sala del faro, y,  al mirar hacia  la escalera, ver como sube una niña que, al sentirse vigilada, se para y te mira fijamente.     ¿Imaginas escuchar sus risas y como juega a la pelota en la habitación de arriba?.  Se cuenta que la niña murió en la isla, y fue enterrada cerca del faro.
    Y ahora que ya nos hemos adentrado en esta dimensión, sigue imaginando, sintiendo, de repente, una corriente helada en tu cuello, oyendo como se abren y cierran cajones, escuchando pisadas, niños corriendo, risas, llantos, agua que cae por un grifo inexistente, sombras y espectros, y todo con la sensación de que un barco ha encallado debajo de donde te encuentras, y oyendo los lamentos de los fallecidos, a la vez que escuchas como la sirena del faro se pone en funcionamiento sola, como se encienden y apagan luces…
Si, la soledad de un faro da para este tipo de cuentos, pero… ¿En realidad son cuentos?.
    La vida en un faro está llena de peligro, de soledad, de demasiadas horas aislado…. tanto que  a veces pueden llevar a estados de locura…
-marian tarazona-
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