Trasmoz. Excomulgado y maldito
"Las brujas, con grande asombro suyo y de sus feligreses, tornaron a aposentarse en el castillo; sobre los ganados cayeron plagas sin cuento; las jóvenes del lugar se veían atacadas de enfermedades incomprensibles: los niños eran azotados por las noches en sus cunas, y los sábados, después que la campana de la iglesia dejaba oír el toque de ánimas, unas sonando panderos, otras añafiles o castañuelas, y todas a caballo sobre sus escobas, los habitantes de Trasmoz veían pasar una banda de viejas, espesas como las grullas, que iban a celebrar sus endiablados ritos a la sombra de los muros de la ruinosa atalaya que corona la cumbre del monte” . (Gustavo Adolfo Bécquer)
Me proponía escribir un artículo sobre la Inquisición, pero, cosas de la vida, me enredé por otros vericuetos, y he terminado escribiendo sobre un pueblo muy querido por mi, Trasmoz, a las faldas del Moncayo, en la comarca de Tarazona.
Pero claro, todo tiene su explicación, puesto que este pueblo es famoso por sus brujas, aquelarres y castillos encantados.
Conforme te acercas al pueblo, ves altanero su castillo, allí en lo alto, y no puedes dejar de pensar en cuentos y leyendas que inspiraron a famosos poetas, pero no hay que olvidar que el pueblo también tiene su propia historia real.
En ella se nos narra que dicha fortaleza apareció en lo alto de la colina de la noche a la mañana, y que el constructor fue, ni más ni menos, que un nigromante, el mago Mutamín, que había hecho un pacto con el diablo, y le permitió levantar sus muros en una sola noche.
La leyenda sigue contándonos que el castillo estaba habitado por brujas, quienes se pasaban la noche entera arrastrando cadenas sobre el enlosado del castillo.
Dicha leyenda la debió de inventar el sacristán de Tarazona, Blasco Pérez quien se dedicaba a la fabricación de moneda falsa dentro de sus muros, y no quería ser molestado por intrusos.
La imaginación popular convirtió al castillo de Trasmoz, y al pueblo entero, en un lugar de brujas y aquelarres, por medio de esas triquiñuelas ideadas por el sacristán. Él mismo fue quien se encargó de hacer correr la voz de que el ruido metálico lo hacían las brujas encadenadas, y así, aprovechándose del miedo de todos, alejaba a los curiosos fuera del lugar.
La imaginación popular convirtió al castillo de Trasmoz, y al pueblo entero, en un lugar de brujas y aquelarres, por medio de esas triquiñuelas ideadas por el sacristán. Él mismo fue quien se encargó de hacer correr la voz de que el ruido metálico lo hacían las brujas encadenadas, y así, aprovechándose del miedo de todos, alejaba a los curiosos fuera del lugar.
En el siglo XIII Trasmoz era un pueblo aislado perteneciente al cercano monasterio de Veruela. Tal era su aislamiento que se escapaba al conocimiento de las personas ajenas al pueblo las correrías que allí se realizaban, actos paganos y aquelarres convivían a diario con las gentes del lugar.
Trasmoz era independiente en el uso del agua, puesto que la Corona le había otorgado derechos que no habían recibido pueblos colindantes.
Todo ello, unido al hecho de que en el castillo se acuñaba moneda falsa, iba en detrimento de los beneficios del monasterio lo que no debía hacer nada de gracia al abad.
Fue por todas estas razones por lo que el Papa ordenó la excomunión de todo el pueblo.
Y todo ello a pesar de que la historia de la localidad, y el propio Señor de Trasmoz, nos enseña que es mas importante de lo que pudiera parecer.
Se conoce que dicho señor de Trasmoz peregrinó a las tres santas ciudades, Roma, Jerusalém y Santiago de Compostela "de una sola vez".
No se tienen datos de que nadie más lo hubiera hecho.
Años mas tarde, en pleno siglo XVI, concretamente en el año 1511, aprovechando las circunstancias descritas y que el Papa había excomulgado al pueblo, el Abad del Monasterio de Veruela decidió propagar por el municipio de Trasmoz una maldición.
Cuando se entraba a la localidad lo primero que se veía era un velo negro sobre una cruz, esa era la señal de la maldición.
En la colocación de la cruz intervinieron la totalidad de los monjes del monasterio de Veruela, entonando a la vez el salmo 108 (petición de ayuda contra el enemigo):
“1 Mi corazón está dispuesto, oh Dios;
Cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria.
2 Despiértate, salterio y arpa;
Despertaré al alba.
3 Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos;
A ti cantaré salmos entre las naciones.
4 Porque más grande que los cielos es tu misericordia,
Y hasta los cielos tu verdad.
5 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios,
Y sobre toda la tierra sea enaltecida tu gloria.
6 Para que sean librados tus amados,
Salva con tu diestra y respóndeme.
7 Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré;
Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot.
8 Mío es Galaad, mío es Manasés,
Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza;
Judá es mi legislador.
9 Moab, la vasija para lavarme;
Sobre Edom echaré mi calzado;
Me regocijaré sobre Filistea.
10 ¿Quién me guiará a la ciudad fortificada?
¿Quién me guiará hasta Edom?
11 ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado,
Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?
12 Danos socorro contra el adversario,
Porque vana es la ayuda del hombre.
13 En Dios haremos proezas,
Y él hollará a nuestros enemigos.”
(Ven en nuestra ayuda contra el adversario, pues la ayuda del hombre no sirve para nada. Con la ayuda de Dios haremos maravillas y Él aplastará a nuestros enemigos)
Salmo que se usaba para maldecir a los enemigos y que sirvió para maldecir también, en este caso, al señor de Trasmoz, a sus descendientes, y a todo el pueblo.
No se conoce ningún otro pueblo de España que haya sido maldito con un ritual similar.
Así fué como Trasmoz se convirtió en un pueblo maldito y excomulgado. El pueblo entero y sus habitantes. El único caso que existe en España.
Hasta hoy no ha levantado la excomunión ni la maldición ningún Papa,(solo puede levantarla un Papa o el obispo de Tarazona bajo las órdenes del Papa), pero tampoco los habitantes de Trasmoz la han solicitado.
Tal es la historia de brujería que acompaña a este pueblo desde principio de los tiempos, que, incluso Gustavo Adolfo Bécquer , se encargó de que llegara a nuestras retinas otra de sus leyendas:
Porque antes de terminar la senda – fue la respuesta del pastor – tendríais que sortear el precipicio al que cayó la maldita bruja que la da su nombre, y en el cual se cuenta que anda penando el alma que, después de dejar su cuerpo, ni Dios ni diablo ha querido para suya".
La tía Casca, (en Aragón es común denominar tío o tía a cualquier persona mayor y mas o menos conocida por todos los vecinos de la localidad), decía que la tía Casca era la típica bruja, tal y como se las pinta, siempre llevaba el pelo suelto y alborotado y le tapaba la cara. Era la más famosa y temida de todas las brujas de la región, y se reunía con el resto de brujas en aquelarres en el legendario castillo de Trasmoz.
El caso de la tía Casca fue diferente a todos, ya que ya había desaparecido la Inquisición, pero fue el pueblo entero quien la juzgó y la persiguió.
La leyenda cuenta, que la bruja fue acusada, como suele ocurrir siempre, por sus propios vecinos, por realizar todo tipo de hechizos, incluso mal de ojo, y fueron ellos quienes, un día de 1850, la acorralaron y persiguieron por todo el pueblo hasta un precipicio (barranco que hoy lleva su nombre), y, a pesar de los ruegos y súplicas de la anciana, la arrojaron a un arroyo y allí se ahogó. Así fue como el propio pueblo la condenó.
Y, a pesar de que, como comentaba antes, Trasmoz sigue excomulgado y maldito, siguen celebrándose actos religiosos normalmente, y no solo eso, sino que también se recuerda a las brujas, se realizan actos que recuerdan a la brujería, hechicería y aquelarres sin ninguna traba.
marian tarazona
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